Las incontables disciplinas que ha desarrollado el hombre en sus distintas esferas de conocimiento se han enfrentado, sin importar su objeto de estudio, al vacío. Aún cuando existe un objeto de estudio, el primer acercamiento siempre revela el total desconocimiento respecto de éste. Ese vacío, la ignorancia total acerca de cualquier cosa, genera un miedo que en su mínima expresión se torna una perturbadora molestia y en mayor medida puede apoderarse de la mente hasta hacerle incapaz de plasmar el primer trazo sobre la hoja en blanco; la misma que enfrentan ingenieros, artistas, escritores, matemáticos y todo quien emprenda la representación de una idea enfrentando ese esfuerzo por traspasar la nada y traducir de algún modo un pensamiento en algo físico que le permita comprenderlo y compartirlo.
Muchos se quedan en esa etapa previa al boceto, al primer intento, a la idea en bruto garabateada en una servilleta, por simple miedo. No obstante, el miedo puede ser vencido a través de distintas técnicas y estímulos para ejercitar la creatividad. Algunos son trucos simples para la cotidianidad, otros, ases bajo la manga que es bueno desempolvar de tanto en tanto. A continuación, algunos tips para desembotellar la mente y mantenerla siempre fresca:
La práctica hace al maestro: NO basta con tener buenas ideas, practicar refina nuestra técnica, facilita la fluidez del pensamiento hacia su forma de representación. Ya sea un diagrama, un boceto o un plano, la práctica refuerza las conexiones entre las neuronas, afianzando las rutas de información de que dependen nuestras habilidades. Plasmar la primera idea: Un nexo entre conceptos, la impresión de una imagen o una escena psíquica que se esboza en palabras o trazos, es imperativo para el proceso creativo; uno que en nuestra época ya no comienza siempre en una hoja de papel en blanco. Sin embargo, la interfaz del Microsoft Word, el Adobe Illustrator o de algún editor para Python, revelará la misma vacuidad que la hoja de fibra vegetal que solemos rehuir.
Comenzar con papel y lápiz: A otros les funciona mejor un pizarrón, pero lo cierto es que el proceso motriz de escribir con nuestras propias manos es importante a la hora de recordar la idea trabajada; brinda más rutas neuronales que intervienen en la construcción de la información. La percepción de los detalles, y en esa medida de los errores o eventualidades, aumenta en la medida que trabajamos desde la mesa de dibujo, desde la libreta de bocetos; tomando consciencia de lo construido, así como del proceso de construcción.
Mantener vivos proyectos propios: Algunas veces nos llenamos de encargos, más en la era de la tercerización y la contratación por prestación de servicios, entonces terminamos por sentir marchito nuestro espíritu y algo de desidia por nuestro quehacer. La mejor manera de encarar esos momentos es volver a los proyectos que concebimos para nosotros mismos, las ideas a las que buscamos dar vida por gusto, los sueños que nos encaminaron a nuestro quehacer; de ese modo conectaremos de nuevo con la semilla y el germen de nuestra pasión. Si mantenemos nuestros sueños vivos, nos volcaremos al perfeccionamiento de nuestra técnica y ello se verá reflejado en el resultado final de nuestro trabajo, sea encargo o no.
Mantener viva la imaginación y nutrir la creatividad: La imaginación es una cualidad con la que todo ser humano nace y le permite reinterpretar de incontables formas su realidad; esos son el combustible y motor de la creatividad, esa necesidad de compartir las interpretaciones o fenómenos psíquicos resulta en un talento reconocible por proyectar ideas e hilar narrativas. Sin embargo, la imaginación se ve moldeada con el tiempo por el entorno sociocultural, de modo que cada persona determina en su mente una realidad estable sin facultad de ser reinterpretada, de este modo la creatividad resulta mutilada y en buena medida el potencial de las personas. La sociedad no es culpable de dicho anquilosamiento mental, sino que es un proceso y se da de manera natural en la narrativa cotidiana de las personas. No obstante, la creatividad depende de que la imaginación en tanto habilidad se mantenga viva y se nutra a través del contacto permanente con el universo simbólico colectivo por medio de tantas formas de expresión como sea posible.
Cultivar un entorno estimulante de trabajo: Sin importar si es un estudio, oficina o taller, resulta provechoso que nuestro entorno de trabajo sea confortable para nosotros; naturalmente este concepto varía su definición de ´persona a persona. Algunos necesitan de música que les ayude a fluir, canalizar o concentrar su pensamiento, otros necesitan de cafeína a libre demanda o un entorno ordenado y prístino para poder comenzar a trabajar, también existen quienes trabajan en compañía de sus mascotas e incluso debaten ideas con ellas como ejercicio creativo. Los importante es detectar las necesidades propias, cada quien tiene sus rituales y necesidades para armonizar su vida y su trabajo; atender a ello beneficia la fluidez del proceso creativo y la salud mental.
Aprender a poner el punto final: Sólo con el paso de los años comprendemos que la perfección no existe en esta dimensión y que es la mayor enemiga de la excelencia. Cuando tenemos una idea clara, depurada por las distintas fases del proceso creativo, podemos confiar en que el resultado será mínimamente satisfactorio. Pese a ello, algunas veces esperamos un resultado perfecto, completamente libre de errores, y jamás damos por terminada la tarea. Nos volvemos incapaces de poner el punto final o la última pincelada porque el resultado aún no nos satisface; y, si bien, muchos de quienes trabajan con su creatividad como artistas, ingenieros o científicos son conocidos por su ego desorbitado, es ese mismo ego la piedra en el zapato de los más desorbitados. En lugar de buscar la perfección, más valdría reconocer la excelencia fruto del arduo trabajo y el refinamiento de la técnica y el conocimiento, y vivir cultivando dicha excelencia obra tras obra sin temor a poner el punto final por miedo a que quede “un vacío que llenar”.